En el momento de escribir estas líneas, elTribunal Supremo de Estados Unidos está a punto de pronunciarse sobre la constitucionalidad de una ley abortista de Mississippi. Si el tribunal anula total o parcialmente el caso Roe contra Wade, más de 20 estados prohibirán rápidamente el aborto.
El debate sobre el aborto en Estados Unidos se presenta como una batalla política con ganadores y perdedores. En realidad, si se promulgan prohibiciones o límites extremos, todos perdemos. Las investigaciones sobre salud pública han demostrado sistemáticamente las repercusiones de las restricciones del aborto: mayor mortalidad materna, mayor mortalidad infantil, dificultades económicas duraderas para las personas y las familias... y la lista continúa. (Para más información sobre el aborto en Estados Unidos, véase "Si Roe cae").
Mientras reflexionaba sobre la preocupante tendencia hacia leyes más estrictas sobre el aborto en este país, recordé que, en los últimos años, algunos países de renta baja y media han suavizado sus leyes sobre el aborto, como Colombia, Argentina, México y Tailandia. En la actualidad, sólo el 5% de las mujeres del mundo viven en países donde el aborto es ilegal. Es una buena noticia.
Sin embargo, es fundamental recordar que las leyes establecen si una persona puede abortar, cuándo y en qué condiciones. El acceso equitativo a los servicios de aborto seguro es otra cosa totalmente distinta. La OMS calcula que el 45% de los abortos que se practican en el mundo siguen siendo inseguros. Como resultado, 39.000 mujeres mueren cada año y millones son tratadas por complicaciones, recayendo la carga de forma desproporcionada en los pobres, los jóvenes y los marginados. El 97% de los abortos inseguros se producen en países en desarrollo.
Un estudiodel British Medical Journal publicado este año mostraba cuán marcadas son las diferencias en todo el mundo. Entre las mujeres de 15 a 49 años, las tasas de embarazos no deseados oscilaban entre 11 por cada 1.000 mujeres en Montenegro y 145 en Uganda. Las tasas de aborto oscilaban entre 5 por cada 1.000 mujeres en Singapur y 80 en Georgia.
El estudio también señala que en los países donde el aborto está restringido, el 50% de los embarazos no deseados acaban en aborto. Esto demuestra que cuando las mujeres no están preparadas para un embarazo, hacen todo lo posible por interrumpirlo, aunque las condiciones sean inseguras. Esto debe cambiar.
Los abortos inseguros son un problema desalentador, pero mis colegas del Instituto Bill y Melinda Gates de Población y Salud Reproductiva dicen que hay tres razones para el optimismo.
El aborto no es una cuestión singular, sino parte integrante de la salud de la mujer, la salud reproductiva y la salud pública.
En primer lugar, tenemos una estrategia poderosa y probada para reducir los embarazos no deseados: la planificación familiar. El Instituto Gates es líder mundial en este campo. Durante más de 20 años, su profesorado y su personal han trabajado para proporcionar un acceso equitativo a información, servicios y suministros anticonceptivos que cambian vidas en países de renta baja y media. Han creado centros de excelencia en salud reproductiva en todo el mundo, han formado a miles de personas para que sean líderes en sus comunidades, han publicado cientos de trabajos de investigación y han conseguido que gobiernos y otras organizaciones inviertan millones en planificación familiar.
Saben que la planificación familiar tiene profundos beneficios: menores tasas de mortalidad y morbilidad materna, menores tasas de mortalidad infantil y en la niñez, economías más fuertes y mejoras significativas en el medio ambiente, por nombrar sólo algunos. En la actualidad, 923 millones de mujeres en edad reproductiva de países de ingresos bajos y medios desean evitar o retrasar el embarazo. Por muchas razones, 218 millones no utilizan métodos anticonceptivos modernos aunque no quieran quedarse embarazadas. Si pudiéramos satisfacer plenamente las necesidades reproductivas y anticonceptivas en todo el mundo, cada dólar gastado reportaría a la sociedad 120 dólares en beneficios de por vida. Es una cifra económica notable, pero también sabemos que los dividendos representan mucho más: mejor salud y bienestar para todos y la posibilidad de que más mujeres tengan la capacidad de desarrollar todo su potencial.
Un segundo motivo de optimismo es que los abortos farmacológicos con píldoras seguras y eficaces están cambiando todo el panorama de la salud reproductiva. Cuando se combinan con la telemedicina, estas píldoras permiten a las mujeres autogestionar el proceso, a menudo en sus propios hogares.
En tercer lugar, cada vez hay más conciencia de la importancia de la atención postaborto. Las mujeres pueden volver a ser fértiles rápidamente después de un aborto, a veces tan pronto como dos o tres semanas después. Incluir la planificación familiar y la anticoncepción en la atención postaborto es un paso crucial para evitar más embarazos no deseados. Los estudios han demostrado que cuando las usuarias reciben asesoramiento y se les ofrece anticoncepción como parte de la atención postaborto, la mayoría decide abandonar el centro con un método de planificación familiar eficaz. A pesar de ello, muchos sistemas sanitarios no proporcionan estos servicios y herramientas. Algunos ejemplos: En Bangladesh, de todos los centros que prestan atención postaborto, sólo el 18% ofrecen sistemáticamente métodos anticonceptivos a sus clientes. En Tanzania, sólo el 17% de las pacientes que reciben atención postaborto abandonan el centro con el anticonceptivo de su elección; en Georgia, sólo el 6%.
Todo esto apunta al hecho de que el aborto no es una cuestión singular, sino una parte integral de la salud de la mujer, la salud reproductiva y la salud pública. Es vital que aboguemos por que las mujeres de todo el mundo dispongan de toda la información y la atención que necesitan, incluido el aborto, para que puedan tomar decisiones que determinen su futuro. Los retos son grandes, pero el Instituto Gates y otros defensores han demostrado que es posible lograr avances significativos. Invirtiendo en soluciones meditadas y basadas en la investigación a nivel local, podemos garantizar que las mujeres de todo el mundo dispongan de todos los servicios de salud reproductiva.
En Estados Unidos, el caso Roe contra Wade es, por supuesto, prioritario, pero debemos centrarnos en todas las barreras al aborto, no sólo en las legales. Nuestro objetivo no puede ser otro que las mujeres de todo el mundo tengan el mismo acceso a la atención sanitaria, la misma capacidad para planificar sus embarazos y los mismos derechos para controlar los aspectos más fundamentales de sus vidas.